-De Denominación de Origen Tierra de León a sencillamente Denominación de Origen León. ¿Por qué razón ese cambio?
Era una vieja aspiración. La palabra ‘tierra’ tiene un sentido peyorativo en nuestro mundo del vino porque remite a una calificación de rango inferior. Y porque nosotros no queremos vinculaciones con lo que se pisa, sino con lo que somos, con el origen, con el territorio, con León en mayúsculas… Es también una cuestión de orgullo: somos de León y hacemos León.
-Pero de alguna manera esa idea tan cabal y tan arriesgada y esa nueva imagen suponen una ruptura con el pasado…
No. Siempre hay que mirar atrás para saber hacia dónde quieres ir. Eso lo tenemos claro. Con sólo once años de historia y muchas dificultades superadas, somos pese a todo una denominación de origen joven. Joven en todos los sentidos: inquieta, ilusionada, segura de sí misma y con una idea clara de lo que queremos y de lo que tenemos que hacer.
-¿Cuál es esa idea y cuáles los objetivos?
La idea es que partimos de cero, porque 2018 está marcando un punto de inflexión para nosotros. La pérdida de un 70% de la producción en la vendimia de 2017 por circunstancias meteorológicas, lejos de derrotarnos y de hundirnos acabó poniéndonos las pilas. Todos, viticultores, bodegueros y pleno y personal del consejo regulador, estamos trabajando muy duro y esa dedicación nos ha permitido sobreponernos y, paradójicamente, nos ha dejado margen para la reflexión.
-¿Y cuál la conclusión?
La conclusión fue que debíamos afrontar un cambio de la denominación de origen más allá de la mención y de lo puramente estético y cosmético. En definitiva, romper con la idea de que una deó, en sentido general y no particular, es algo rancio y viejuno. Somos jóvenes, yo un poco menos, y tenemos razones para sentirnos ilusionados. Nos lo permite el territorio, dos variedades de uva, Albarín y Prieto Picudo, excepcionales y que son la envidia de cualquier enólogo, y unos perfiles de vino que claramente nos han puesto en la onda de esa nueva corriente del mercado mundial.
-¿Hay nuevos consumidores?
Hay un movimiento imparable que está llevando el vino a franjas de edad en las que nunca había estado. Está creciendo espectacularmente el consumo de blancos y sobre todo de rosados. Y eso no es porque caiga el de los tintos, sino porque son la puerta de entrada al vino. En ese contexto, nosotros estamos haciendo vinos para jóvenes sin complejos. Gente informada, movida por la inquietud, que sabe disfrutar y que sabe cómo y con qué hacerlo. Con los amigos, con osadía, con gusto, con criterio… El vino eleva a otro estatus. Una copa de blanco de Albarín, de Prieto Picudo rosado o tinto, marca la diferencia en una reunión de amigos. Porque el vino es sano, sincero, honesto y capaz de despertar el orgullo porque lo sientes próximo, porque es tuyo y puede ser del que está al lado en la barra del bar… quizá un joven viticultor, un bodeguero con inquietudes, el enólogo de éxito del momento…
-¿Qué es ‘Wine not?’ y qué supone para la DO León?
Wine Not es una fiesta diferente. Una fiesta con música, bailes, tatuajes… una fiesta para disfrutar entre amigos, para disfrutar de un vino de León. Y hacerlo de una forma distendida. Wine Not es que la gente joven se sienta reflejada en el espejo de nuestro vino, que su elección prioritaria sea un vino de León, que disfrute de él y con él en casa, o mejor compartido en los bares, pero en cualquier momento, y sobre todo que lo haga sin complejos, sin complicaciones, sin tecnicismos, sin malos rollos, sólo porque le gusta, porque se identifica con él, porque es motivo de orgullo, porque considera socialmente muy responsable consumir lo nuestro y, sobre todo, porque es y está muy bueno. Y, en cualquier caso, porque el vino es top.
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