Tenemos el placer de poder entrevistar a Rafael Blanco Fernández (Velilla de la Reina, 1959), que desde septiembre pasado es presidente de la Denominación de Origen Tierra de León. Nos parece además doblemente interesante la entrevista ya que, además de poder conversar con él sobre los cometidos y funciones inherentes a su cargo, también podemos aproximarnos al mundo del vino desde otra perspectiva, ya que es el primer presidente ‘externo’ que ocupa ese puesto y uno de los pocos a nivel nacional que no está vinculado al órgano rector como enólogo o bodeguero.

Y es que si repasamos la biografía de Rafael Blanco podremos ver que viene del mundo periodístico. Acumula en su trayectoria profesional la publicación de números artículos, reportajes semanales y guías anuales de vinos. Además fue duramente más de diez años miembro del Comité de Cata de la Denominación de Origen Tierra de León y ha participado como catador en concursos vinícolas tanto nacionales como internacionales. Su perfil nos permite abordar muchos temas que creemos que pueden resultar interesantes desde muy diferentes enfoques.

-¿Ser el primer presidente ‘externo’ de la Denominación de Origen Tierra de León le ha hecho cambiar su opinión, su forma de pensar o de actuar sobre o acerca de algún aspecto respecto a antes de ejercer el cargo?

-Por supuesto. Especialmente sobre uno. Yo partía de un amplio conocimiento de la actividad en general y en particular de las bodegas, con las que mantenía un estrechísimo contacto. También de los procedimientos, la normativa y los aspectos técnicos relacionados con la enología, pero no tanto de la viticultura. Sí de la viña, pero quizá no tenía conciencia del valor del trabajo del viticultor. Hoy siento un respeto sagrado por lo que es y representa. Y creo sinceramente que, en general, no es tratado con justicia. Que no se paga lo que sería justo por su trabajo y lo que produce. Creo que debería fijarse un precio mínimo por la uva por encima del umbral de rentabilidad y que ese precio debería ser respetado por todos, independientemente de que repercuta en los costes de producción de las bodegas y, por supuesto, en el precio final del vino. Y si tengo que citar algún otro aspecto que me haya llamado especialmente la atención es sin duda la ejemplaridad de los integrantes del pleno del Consejo Regulador, viticultores y bodegueros, que anteponen los intereses de la Denominación de Origen a los propios y también la profesionalidad y el rigor en los procedimientos y controles por parte de la dirección técnica y el personal.

-A la vista de su biografía, ¿en qué cree que su aportación puede ser interesante para el funcionamiento del Consejo Regulador y diferenciadora de la de los anteriores presidentes?

-Tengo también un gran respeto por la labor que desarrollaron los dos presidentes que me precedieron en el cargo en momentos muy difíciles para el vino en general, especialmente penalizado por la crisis y la caída del consumo. Siempre digo que somos una denominación de origen hija de la crisis y que esa misma crisis frenó su desarrollo en momentos que hubieran sido clave. Lo cierto es que ellos hicieron un gran trabajo para que Tierra de León, hoy con cuarenta bodegas adscritas y casi 1.400 hectáreas de viñedo controlado, alcanzase ese sello de calidad hace casi once años y en la transición hasta lo que hemos dado en llamar el punto de inflexión para el vino de esta zona de producción. Sé que ponerla en marcha, y lo vi desde la proximidad emocional e informativa, fue muy difícil, sobre todo en lo que respecta a la definición del marco normativo y el funcionamiento interno. Y también lo fue dotarla de medios humanos y técnicos. Y de una sede como de la que ahora disponemos en Valencia de Don Juan, centro geográfico de nuestro territorio. Realmente no sé qué puedo aportar que no lo hicieran Manolo Losada y Pablo San José. Y, con apenas diez meses en el cargo, tampoco sé si estaré a la altura de ellos o a la que se me debe exigir. Lo cierto es que en muchos años vinculado a ella nunca me imaginé en esta situación. Sí quizá, ya con menor ocupación laboral, colaborando en aspectos como la comunicación, en la que prácticamente partíamos de cero. Creo que esto puede ser, no sé si mi mejor aportación, pero sí mi empeño personal, porque conozco muy bien esa actividad precisamente en relación con el vino. Por lo demás, mucha ilusión, mucha dedicación y mucha atención a todo aquello de lo que pueda aprender y sea aplicable.

-Llevamos tiempo indicando en nuestro magazine que uno de los problemas más graves del mundo del vino es la mala comunicación entre entidades, bodegas y consumidores finales que ha hecho caer el consumo a niveles nunca vistos. ¿Qué opina usted al respecto?

-Cierto, es un problema, quizá el más importante del sector. Y especialmente en nuestro caso en algunos aspectos. Tenemos muy buen apoyo por parte de las instituciones, la Junta de Castilla y León y la Diputación, y se lo agradecemos enormemente. Nuestro problema está en la capacidad de las bodegas, mayoritariamente familiares e incluso de segunda actividad, para comunicar y desarrollar actividades promocionales. Por esa razón es especialmente importante la labor que pueda desarrollar el consejo regulador como interlocutor con las administraciones y las entidades de cualquier tipo, proyector de imagen y canalizador directo de las relaciones con la sociedad.

-Cuando hablamos con diferentes entidades y/o bodegas sobre la defectuosa comunicación muchas indican que destinan partidas de sus presupuestos para gestión de la misma. Creemos que en ocasiones se confunde comunicación con publicidad o publirreportajes en los medios, siendo visto por los potenciales clientes precisamente como publicidad y no como comunicación. ¿Cree que la comunicación de las bodegas con sus seguidores o los consumidores es la adecuada hoy en día teniendo en cuenta que el cliente es cada día más social y está más informado?

-No, no es la más adecuada, pero no debería renunciarse nunca a ningún camino para llegar al potencial consumidor. Ni los medios y géneros periodísticos tradicionales, incluidos los publirreportajes, ni las posibilidades que ofrecen las redes sociales. Ni siquiera las páginas web de las propias bodegas. La verdad y sobre todo lo que no lo es pueden llegar por cualquier canal. Es el destinatario del mensaje el que debe hacer la distinción. Y para eso no hay mejores herramientas que el análisis, el interés por la información y la experiencia personal. El error en la elección de un vino es sin duda una buena experiencia y, siendo positivos, de ella se saca siempre el mejor aprendizaje. La clave es probar, probar y probar… y equivocarse o acertar, pero desde la vivencia personal. Detesto a quienes se acodan en la barra de un bar o se sientan a la mesa de un restaurante y piden con una autoridad infundada y pretendida notoriedad un ribera o un rioja, con todos los respetos, sin que jamás hayan probado más vinos, ya sean de otro tipo o de otras zonas de producción. La diversidad vitivinícola en nuestro país es envidiable. Cerrarse a esa realidad tan generosa y a la posibilidad de conocerla es la peor decisión que puede tomar un consumidor. Afortunadamente las nuevas generaciones van por otro camino, son más receptivas a la información, más selectivas, mejores analistas y sobre todo más abiertas de mente. Nuestro perfil de vinos se ajusta a ese perfil personal. Ese público joven debe ser nuestra conquista.

-Pasemos a continuación a temas más propios de su puesto. Aumentar la presencia de la denominación de origen, conseguir mayor visibilidad de las bodegas adscritas, mejorar la imagen de calidad de los vinos amparados, descubrir al público varietales no muy conocidas a nivel nacional como la Prieto Picudo y la Albarín podrían ser algunas de sus responsabilidades. ¿Cuál es su primer objetivo desde la presidencia? ¿Hay más? ¿Se ha planteado un calendario de acciones bajo esa idea?

-Estamos trabajando en ese sentido. Y además lo hemos hecho intensamente en los últimos meses, y lo vamos a seguir haciendo en un año que, como dije, nos habíamos marcado como punto de inflexión para la denominación de origen, una vez superados los demoledores efectos de la crisis para el sector, y que sin embargo ha sido durísimo para nosotros por la pérdida de un 70% de producción en la vendimia de 2017 por unas condiciones meteorológicas, fortísimas heladas en primavera, con unas consecuencias sin precedentes históricamente hablando y que seguiremos pagando en los próximos años por el daño causado a la cepa. Acabamos de venir de Asturias, que es después del doméstico nuestro mercado más importante, de dos acciones promocionales ambiciosas, ilusionantes y que esperamos consolidar. Hemos desarrollado ‘Enoarq’, en colaboración con el Colegio de Arquitectos de León, que consistía en la visita, guiada por ellos, a un monumento restaurado de nuestra zona de producción y a una bodega de ese entorno. La experiencia fue tan interesante y gratificante que vamos a incluirla en nuestro calendario anual de actividades. También ‘De la tierra a la copa’, igualmente gratuita, con desplazamiento en grupos reducidos desde la capital a la bodega elegida. Todo ello precedido de una captación de visitantes en establecimientos hosteleros de la capital en los que personal formado y uniformado invitaban al consumidor de nuestros vinos, de cualquier tipo y de cualquier bodega, a una segunda copa. Y hemos desarrollado durante seis meses cursos de formación para hosteleros. La experiencia nos dice que no hay mejor promoción que el contacto directo con el consumidor, su conocimiento de lo que hacemos, de quién, dónde y cómo lo hace y de las variedades, singulares, exclusivas y diferenciadoras en nuestro caso. Esas uvas, el trabajo de viticultores y bodegueros, la experiencia de los enólogos y la ilusión del Consejo Regulador son lo mejor que podemos ofrecer.

-¿El hecho de estar en una comunidad tan extensa como Castilla y León con denominaciones de origen más grandes y con varietales tan mayoritarias como la Tempranillo o la Verdejo ayuda a tener más visibilidad en el caso de una pequeña como la vuestra o perjudica?

-Nuestra riqueza en el aspecto vitivinícola es el hecho diferencial. Frente a la vulgaridad nosotros ofrecemos exclusividad, autenticidad y unas características organolépticas de nuestras uvas realmente excepcionales. No hay mejores rosados en este país que los de Prieto Picudo con nuestra acreditación, que es rigurosísima en todo el proceso desde la viña hasta la expedición. Y nuestro Albarín, todavía de muy escasa producción, es el blanco que está por venir, despierta admiración entre la crítica y causa sensación en los mercados europeos más elitistas en el consumo de este tipo de vinos. Es una joya sin acabar de pulir, pero sobre la que estamos avanzando a pasos agigantados en el aspecto enológico, precisamente por el potencial del varietal. También lo estamos haciendo en el caso de los tintos desde el conocimiento cada vez más amplio de una variedad un tanto rústica, pero delicada y muy difícil de trabajar. Y con un potencial impresionante que todavía estamos explorando. No nos importa lo que hagan los demás porque tenemos mucha fe en nuestras posibilidades y no vemos competencia donde hay complementariedad. Nosotros ofrecemos diferenciación y las más altas exigencias en la calidad.

Ofrecemos autenticidad, exclusividad y variedades de uva y vinos excepcionales

-¿Que León haya sido elegida en 2018 Capital Española de la Gastronomía está suponiendo ya en el primer semestre o puede llegar a suponer a final  de año un impulso para los vinos de Tierra de León?

-Aun con muchos errores de concepto y en el desarrollo, y no sólo atribuibles a la organización, la capitalidad gastronómica es, o al menos debería ser, un escaparate excepcional no sólo para nuestros vinos y los del Bierzo, sino también para las otras catorce marcas de calidad alimentaria. No hay ningún otro territorio en el mundo que concentre tanta diversidad, tanta riqueza y tanta calidad. Y sin embargo eso es algo que no se está poniendo en valor. Creo que nos falta conciencia, criterio y orgullo para defenderlo. Nos falta creérnoslo. En nuestro caso es cierto, al menos esa es la percepción subjetiva después de una actividad intensa en la programación de la capitalidad y fuera de ella, que tenemos una mayor presencia social, que hemos ganado muchísimo en imagen y que se nos siente cada vez más como algo próximo y propio. Y en ese sentido estamos muy satisfechos, pero sobre todo como resultado de nuestro trabajo y el esfuerzo y la ilusión de viticultores, enólogos y bodegueros.

-Con frecuencia se habla de que el futuro del vino español pasa por la internalización y el mercado online. Si están desde su Consejo Regulador en esta dirección, ¿cómo lo están enfocando?

-Es evidente que el futuro pasa por la internacionalización y la venta online, pero la realidad en nuestro caso, con una producción todavía limitada, en torno a 4,5 millones y medio de kilos de uva –poco más de 1,3 en la última vendimia por esas circunstancias tan excepcionales- y la comercialización de 2,6 millones de botellas, es que primero tenemos que ganar el mercado local, ser hegemónicos en nuestro territorio, consolidar nuestra presencia comercial en el entorno geográfico y avanzar en el nacional. Eso no significa que renunciemos a nada y de hecho nuestro objetivo es superar el poco más del 10% que exportamos. Pero la comercialización es un asunto de las bodegas. La nuestra es hacer que se conozca la zona de producción y que se conozcan nuestros vinos, empezando porque sean los propios leoneses quienes los reconozcan.

– Una pregunta algo delicada: ¿en casa del herrero cuchillo de palo al ver las cartas de vinos de los restaurantes leoneses?

-Cierto. La hostelería en general, aunque con notables excepciones, sigue siendo nuestro punto débil. Y no porque no hayamos hecho esfuerzos en ese sentido. Falta formación e información. Y también interés. Pero, aunque nosotros siempre estamos con los brazos abiertos, dos no se abrazan si uno no quiere. Justamente ahí, en ese sector, es donde está uno de los grandes déficits de la capitalidad gastronómica. Y es que, por ejemplo, no es admisible que dentro de un convenio de la hostelería con las instituciones para la promoción de los productos leoneses más característico se incluya en menús pensados para el turismo propuestas tan ‘genuinas’ como sopa de marisco, dorada, lubina o un Verdejo ajeno… cuando aquí hay una gran tradición culinaria relacionada con la trucha y el bacalao, del que los leoneses no somos productores, pero sí responsables históricos de su transporte desde la costa a la meseta por parte de los arrieros maragatos y de la generalización de su consumo en gran parte del país. Y hay, en fin, excepcionales blancos de Albarín y de Verdejo, que también es variedad principal en los blancos, junto con el Godello, en la normativa de nuestra Denominación de Origen. Efectivamente es triste que vinos ajenos encabecen habitualmente las cartas de nuestros restaurantes y que no se ofrezcan o se aconsejen al tomar la comanda, pero también lo es que te sirvan una buena carne con un pimiento de piquillo, cuando son excepcionales los del Bierzo o los de la vega del Esla. Es un mal endémico que sólo lo superaremos yendo de la mano del consumidor. Tiene que haber una sensibilidad especial respecto a lo nuestro y una responsabilidad social en ese sentido por parte de todos, porque esas decisiones tienen una incidencia directa y enorme sobre la economía, el empleo y el desarrollo del medio rural de nuestra provincia, cuyo futuro habrá de sustentarse en buena medida en la industria agroalimentaria.

-Como comentábamos antes, Tierra de León es territorio de Prieto Picudo en tintas y de Albarín en blancas. ¿Puede que hasta que se conozcan bien ambas uvas por los consumidores no se producirá un boom de los vinos?

-Será así seguro. Es cuestión de tiempo… y de trabajo, mucho trabajo. Somos una denominación de origen joven y todavía con mucho recorrido por delante. Nuestro objetivo es insistir en ese mensaje de la calidad, la singularidad y la excepcionalidad de nuestros vinos, pero la gran prioridad es también que ni un solo kilo de esa uva de Prieto Picudo, tan nuestra y tan especial, se vaya fuera o se utilice aquí para la elaboración de vinos con otras calificaciones de rango inferior que nunca ofrecerán las mismas garantías por el menor rigor en los controles sobre la uva y los procesos de elaboración. Por eso nuestra insistencia es que cuando se pida un Albarín o un Prieto Picudo se exija además que sea certificado por la Denominación de Origen Tierra de León.

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